Cualquier lugar, cualquier día es una crítica a los intereses espurios, a la maldad racionalizada y a la voluntad manipulada. Es un llanto seco y doloroso contra la injusticia que no aparece en los libros, que no registran las crónicas ni los cantares de gesta. También es una mano abierta que se ofrece, sutil y hermosísima como un tallo incipiente. Es una manifestación susurrada de las posibilidades con que, incluso en el peor de los casos, cuenta el hombre. Es el deseo de reivindicar el teatro como objeto útil, necesario no para el ruido sino para el aprendizaje.
A través de 15 piezas breves situadas en distintas épocas históricas, el autor ofrece una visión crítica sobre la incompatibilidad entre la destrucción que la actividad bélica conlleva y la creación que el resto de actividades humanas tratan de conseguir.